Graffiti:la pared contra la espada (I parte) Juan Carlos Morales Mejía
El graffiti es una burla al poder establecido: es el juego subido en el carrusel de la palabra. Es una pedrada al descuido al transeúnte: la pared más que la espada. Es la transgresión del orden social y por eso es posible descubrir en él un impacto al momento de leerlo. En lo que se refiere al Ecuador, este fenómeno comunicacional tuvo su apogeo a inicios de los 90's, cuando las paredes -especialmente quiteñas- se llenaron de cantos descarnados a la vida, junto a consignas políticas pero de una factura al estilo de: "Quisiera una política inspirada en Henry Miller" o "Mi binomio son tus ojos". Los hacedores de estos símbolos se han convertido en una suerte de cronistas que develan las situaciones más inverosímiles, como la crisis energética de Paute: "Orine en Paute y reclame un foco" o "Si al menos apagan la luz regalen condones". De esta manera iniciamos un viaje por estos símbolos, que se iniciaron tempranamente en nuestro continente americano, en la época del ávido Hernán Cortés. En lo que se refiere al país, los primeros signos datan de 1794, escrito probablemente por Eugenio de Santa Cruz y Espejo. Esta primera entrega-que abarcará el Mayo del 68 o graffitis pintados en Guatemala- es un intento para mostrar otras maneras de entender la realidad. Es lo contestatario lo que mueve a estos buscadores de palabras y por este motivo lo crítico es una parodia a esos seres que caminan con corbata, todo serios y dando tumbos. En esta primera entrega presentamos también una aproximación poética del movimiento quiteño. Una Revolución de los Pétalos que transformó los territorios de la ciudad y llenó de ternura sus calles, pero también de ácido corrosivo. "He visto una cosa grande en el cielo. Me dicen que es la luna, pero qué puedo hacer con una palabra y con una mitología". Jorge Luis Borges. Son los nuevos guerreros: pantalón bluejean en lugar de coraza. Son espectros que huyen de las luces de neón. Muy cerca, los patinantes burlan las vitrinas de oropel y los guardias que ya no distinguen a la luna. Sus armas son tubos de aerosol cargados de ternura hasta los dientes. Sale un chorro de luz y pintan los labios de la noche. La espada está guardada para un combate con la luna. Saben que si disparan una flecha lo único que sucederá es herirlos antes de soltar la cuerda. Por eso lanzan una letra que se adhiere a su piel. Creen en la Pachamama y la Maga de Cortazar viaja en una shigra otavaleña: oyeron a Pink Floyd y también a Silvio. Saben que Whitman creyó en un bosque de hombres. Leen a Dávila Andrade y aman a Vallejo: las fronteras son una ficción creadas para los incautos. Tienen la certeza de que es posible llevar como brújula a una flor. ¿Eclécticos? Puede ser, pero también nostálgicos: su único delito está en confiar en el futuro y en la memoria de este país dormido -como muchos- donde, como dicen, el que ronca es presidente. |