Graffiti quiteño: la Revolución de los Pétalos (III Parte) Juan Carlos Morales Mejía
Sin embargo no todo lo que está en las paredes puede ser considerado como graffiti, porque muchos no van en contra de un orden establecido, excepto pintar en una pared que está prohibido, señala Armando Silva. Pero en la movilidad del graffiti se puede sugerir como una ruptura en una sociedad no habituada a estas simbologías. En ese sentido, el escritor Edgar Alan García sugiere también una aproximación literaria al graffiti. Lo sitúa junto a los haikus japoneses: un poeta camina solo en busca de inspiración, en lo alto de una roca encuentra a otro poeta y escribe: "Cima de la peña: allí también hay otro huésped de la luna". Estos súbitos destellos son una suerte de revelación: "Peces voladores: al golpe del oro solar, estalla en astillas el vidrio del mar". Y las influencias son de Pound, Claudel, Tablada, Huidobro o Villaurrutia con: "Cuando la vi, cuando la vid, cuando la vida". De hecho, además, hay en las paredes Beneddeti: "Te quiero porque tus manos trabajan por la justicia". Pero podría también estar Borges: "el nombre de una mujer me delata/me duele una mujer en todo el cuerpo". Además tienen similitud con los microgramas del ecuatoriano Carrera Andrade: "Nuez: sabiduría comprimida,/diminuta tortuga vegetal/cerebro del duende". Y en sus variantes se puede encontrar aproximaciones a las greguerías de Ramón Gómez de la Serna que escribió: "las serpientes son las corbatas de los árboles". En Quito se escribió "el viento es torpe: no sabe cerrar las puertas" o "el sueño es un depósito de objetos extraviados" o "El llanto de las piedras es la risa marchita de la hierba". García realiza una búsqueda de fragmentos de poemas que podrían ser aparentemente graffiti, en el contexto válido de mostrar la ternura: "Eros, yo quiero guiarte, padre ciego", de Delmira Agustini; "Tú, el arco iris tenue después de mil diluvios", de Gonzalo Escudero; Tu labio es un sendero de sangre hacia el espasmo; eres un surtidor de fiebre entre la sombra", de Miguel Angel León; "El mundo (comienza) en los senos de Jandira", de Murilo Méndes; "Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos/como la espada del río a la luz del incendio", de Octavio Paz; "No es el amor quien muere/somos nosotros mismos", Luis Cernuda; "Si quiere ver la vida color de rosa/eche veinte centavos en la ranura", de Raúl González Tuñón, y claro del propio Edgar Alán García: "Lunático menguante/busca mujer creciente/prometo órbita elíptica/o eclipse en caso de melancolía". 10 En el libro Entre Marx y una mujer desnuda, de Jorge Enrique Adoum, se puede encontrar abundante material: "Las mujeres hermosas siempre están acompañadas de pendejos". En este texto, vital para un acercamiento a la mentalidad ecuatorina, se puede leer además: "En este país para ser feliz hay que serlo a costilla de alguien, por eso acá ser feliz es casi una canallada" o "Así entró el Conquistador, centauro de presidio, con Santiago y Dios al ancay pólvora y gonorrea en las alforjas". En el libro El ocio incesante, de Francisco Tobar García, se puede encontrar: "Me busqué a mí mismo en todos los cuerpos de las mujeres con quien hice el amor" o textos como "La culpa... ¿no ves como las antenas han remplazado a las cruces? Nadie cree en Dios ahora. Todos hablan de la última telenovela venezolana. ¿Involución?" En el caso de las greguerías está el vasto trabajo del ecuatoriano Guillermo Rosero, que aún no ha sido reconocido: "Y la cola del perro se llenó de sonrisas" o "¿Qué pasaría si se descubriera que fue Adán el que ofreció la manzana a Eva?". Además se puede leer: "La aviación francesa en la Edad Media, se reducía a escobas", "Los príncipes azules cambian de color con la edad; de allí nacen los viejos verdes", "Cuando se pone un calcetín parece que se usa un preservativo inocente", "El borracho se coge la cabeza cuando regresa a casa, para estar seguro de no haberle dejado empeñada", "Quise desnudarla con la mirada pero hacía mucho frío", "El amor viene así... de repente. Y se va así... derepente", "Cogió un caballo y se limpió los dientes", "Con el beso me robaron los gérmenes más puros", "Era un amante tan ingenuo como el primer colono", "Lo primero que Eva se tapó fueron los ojos. Adán se tapó los oídos", "Cuando terminó de desempolvar sus recuerdos, descubrió que había sido un imbécil". 11. El graffiti siempre hay que leerlo en contexto. Silva, en su libro Una Ciudad Imaginada, segunda edición, página 10, señala: "El sello característico del graffiti viene marcado por la prohibición social de lo que expresa y a partir de tan delirante ambivalencia es como concebimos su escritura como pervertora de un orden linguístico, social e idelológico". ¿Por qué, entonces, señalar, que una parte de los graffiti quiteños tienen un parentezco con la literatura? Eso tiene una explicación: el taller literario Truco Palabra, fue uno de los primeros en tomar las paredes para presentar su arte: Eduardo Galeano en 1987 recopiló uno, aparecido en letras rojas en la avenida Colón: "Porque no le damos todos una patada a esta burbuja gris. Los jóvenes poetas del taller Matapiojo también acudieron a los muros para impregnarlos de sus creaciones: "Tritura la realidad, rómpete los zapatos auscultando las calles". Makarios Oviedo, en su libro Culturas subterráneas: el graffiti, nos trae una aproximación: "Se nos enseña a actuar en el teatro de la vida, unas veces con máscaras y otras con pelucas; una veces con el sentimiento de culpa y otras con el del perdón". Esta transgreción del canon -mezcla de epigramas y antipoemas- es una suerte de cuestionamiento a las élites culturales: los falsos gurúes, a veces. Y es este arte de la calle que queda confirmado por el graffiti que "pone su huella indeleble, altiva, comprometida. Ahí está, dice Oviedo, para sacarnos del anonimatom de ese anonimato que nos da una vida furtiva, tímida, incrédula, dentro de esta cultura "kisch". Cada día la ciudad se levanta con un nuevo mensaje de libertad, con una nueva inyección de esperanza, con un nuevo síntoma de que vamos saliendo de ese estado de coma en que por vía entrevenosa vivimos". 12 ¿Pero quienes eran esos jóvenes que burlaban a la noche, a inicios de los 90`s? María Luisa Barahona en su tesis Entre paredes, de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central, nos aproxima a este mundo: el 75% de los hacedores de graffiti se dedican a una actividad artística como música, poesía y pintura, en ese orden. El 75% también estudian carreras relacionadas con las ciencias sociales y no pasan los 25 años. El 80% protesta contra el sistema en general pero también hay altos porcentajes en contra de la injusticia y la indiferencia. Es interesante conocer, además, que el 33% se dedica a una actividad política y la mayoría comenzó temprano: el 50% lo hizo entre los 11 y 15 años como una manera de desahogo a ese etapa. Barahona señala: "Todos los autores demostraron ser personas seguras de su mismas y expresaron que están a gusto con lo que hacen. Sin embargo al preguntar sobre su realización personal el 92% entiende a esto como un proceso largo y complejo, pues siempre hay algo nuevo que hacer". Estos entrevistados coinciden en señalar que el motivo que los conduce a la elaboración de los graffti es una necesidad interna que tienen de comunicarse y expresan su posición a la vida por todos los medios posibles. "El graffiti constituye en un espacio lleno de magia y poesía, sustentado en diversas situaciones cotidianas, es un cómplice del autor y es un concierto sutil y sugerente. Desconcertante". Barahona dice que esta cotidianidad qye urbaniza y que deshumaniza, como lo reconocen los graffiteros, es el resultado de determinadas relaciones de producción. y en este terreno se da la comunicación. De hecho, el 83% cree que los medios de comunicación tradicionales buscan mantener el sistema consumista vigente. El 75% considera que los mass media representan a las clases altas y al Estado, y son estos sectores quienes detentan el poder (en Ecuador el 5 por ciento de su población es la dueña del 56 por ciento de la producción). Es entonces que esos tatuajes de la urbe también están presentes en sus hacedores. Es esta filosofía contra el oropel la que mueve al aerosol. Sin embargo, los graffiteros no son idiotas latinoamericanos: cuando tienen oportunidad de trabajar en un medio de comunicación tradicional -ellos lo reconocen- acuden bajo un argumento: utilizar al medio para intentar de plasmar sus ideas. Por eso el 50% está en contra de la deshumanización y el 25% responde a las tensiones de la vida urbana. El 92% ciento está convencido que el graffiti es esencialmente contestatario y el 58% defiende lo poético.
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