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"Graffiti: la pared contra la espada"

Segunda parte

"Graffiti quiteño: la Revolución de los Pétalos"

  Estos textos han sido tomados del libro
Graffiti: en clave de azul
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Graffiti:la pared contra la espada
(II Parte)
Juan Carlos Morales Mejía


Greguería o el ojo de Guillermo

          Las gradas parecen de caracol. Al entrar, un aposento de libros se tornan un laberinto hasta acertar con su estudio. Guillermo Rosero Ponce se apoltrona en su sillón y se acomoda su bata roja: no se acicala sus cabellos. Posee los ojos rasgados. Estos se ríen primero, después de tres segundos lo hace su boca. Tiene en un reto, sin prisa: escribir más greguerías que Ramón Gómez de la Serna, que plasmó: "las serpientes son las corbatas de los árboles". Rosero ha sido profesor-con clases que nadie se ha perdido- toda su vida y a sus 71 años apacibles escribe: "Huye de la gloria que es una limosna". Sus diez volúmenes, con cuatro mil greguerías cada uno, ya pronto sobrepasarán al español, que escribió 48.000. Aunque solo ha publicado uno, no deja de escribir, porque cree que su vida es una greguería a plenitud: "Cuando yo muera, no me lo vengan a contar" o "Un aerolito es una moneda que se le cayó a Dios por un bolsillo roto".
          Vive en Ibarra, la ciudad de las paredes blancas, y si sus piernas fueran más confiables para correr se volvería graffitero. Pero eso tampoco le preocupa: sus invenciones están en los lienzos, que han colgado en las paredes de las casas : "El que muere no descansa, se pudre". Fueron pintadas por un muchacho que lo escuchó a hurtadillas todo una tarde y se procuró las frases en un cuaderno arrugado. Rosero no se desasosiega: las gueguerías le salen mientras habla y si las anotara la cuenta con Gómez de la Serna ya estaría saldada. Para Rosero la greguería es un pensamiento filosófico lleno de humorismo. Eso lo dice mientras sus 27 relojes dan las cuatro de la tarde, pero en intervalos: "es para no volverme loco", dice y sus ojos sonríen. Descree del humor flemático y apuesta por la chanza andina. Por eso cree en el piropo que fue su iniciación. Esa tarde caleña, "una ciudad donde hay que buscar a una fea con palo de romero", se enfrentó a una mujer: "Señorita, usted tiene los ojos más grandes que los pies". Fue comprendido y se sentó a hilar más lisonjas.
          Siempre se mueve entre la ironía, el humor y una chispa que avienta palabras. Cuando esto sucede sus ojos se empequeñecen más: "El silencio de los tontos, es un gran alboroto", dice al recordar una reunión lejana.
Sus inicios fueron ese mismo año del piropo, 1962, cuando se encontró frente a una publicidad de un asadero de aves, en Bogotá, donde fue a estudiar: "chica, llévame contigo que soy tu pollo". "Todo es fenomenología", sentencia mientras mira su colección de monedas, pegadas en la pared.                               
          Después señala que Dios es una creación individual, para asegurarse una salvación pero al estilo de: "Una vez toqué a Dios y me quemé los dedos". Y son los temas bíblicos entre los que prefiere: "Adán fue el único hombre que no tuvo suegra", "¿Si la chirimoya es más sabrosa por qué Adán prefirió la manzana?", "¿Qué sucedería si se descubriera que fue Adán el que ofreció la manzana a Eva?", "Entre Eva y la serpiente hubo el primer adulterio", "Entre Adán, Eva y la serpiente, la serpiente no perdió la libertad", "Lo primero que Eva se tapó fue los ojos. Adán se tapó los oídos", "Sin la manzana... pobre Eva", "Adán fue sietemesino", "Era un hombre más
estúpido que Adán", "Adán fue la primera máquina de propulsión a chorro", "Cuando tosió Adán salió Eva; entonces perdió una costilla que le salió demasiado cara", "Adán fue un estúpido, prefirió morder la manzana y despreciar el seno", "Por simple coincidencia Adán besó a Eva, un primero de Mayo", "Adán fue el inventor de los confites en bolsa".
          Hace muchas campanadas que Guillermo Rosero habla, no solamente del Génesis, al frente el monte Imbabura se esconde en la bruma y mientras un tictac se acciona en su cerebro dice: "Qué inmenso ha de ser el reloj de Dios".           
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